Andrea ha crecido apartada de los convencionalismos de la vida moderna, de sus necesidades y expectativas. Abandonada al nacer por sus padres en el convento de clausura de Santa Fe, en Rossalino, un diminuto pueblo de Sicilia, Andrea ha sido educada por las monjas Clarisas y un indio Apache. Su devoción por el silencio, por lo sagrado y el firme compromiso con sus ideales son rasgos inconfundibles de su carácter. Pero el misterio de su origen es para ella motivo de búsqueda constante. Por eso, cuando descubre la novela de Francesco Visconti, un escritor célebre por sus trabajos y teorías sobre lo heroico, Andrea decide dejar el convento y salir al mundo para aprender todo lo relacionado sobre un tema que le concierne personalmente.
Después de cuatro años en la universidad de Catania, Andrea es elegida entre varios estudiantes para ayudar al mismo Visconti con la redacción de sus memorias. Es invitada al Palazzo que Visconti posee en La Villa, una decadente y fastuosa población vacacional que la nobleza europea utilizaba hace años para pasar sus veranos.
Allí, además de ayudar a Visconti con su autobiografía, Andrea pretende completar su tesis, que gira en torno a la frase de Heráclito “El carácter de un hombre es su destino”. Lo que no imagina es que en ese entorno Olímpico que acaba de penetrar tendrá que luchar por su vida y por la de Visconti, restablecer el orden que Caos quiere imponer en la casa y poner a prueba su carácter e ideales. Lo que iba a ser un estudio teórico sobre el heroísmo se convierte en una Teogonía.
La presencia de Andrea en la casa transforma a todos los presentes. Los Visconti se ven enfrentados sin remedio a su propio carácter y a las consecuencias que un innombrable secreto familiar ejerce sobre toda la familia y sus relaciones.
Cuando regresa al convento, Andrea ya sabe quién es. Ni los Visconti, ni la policía pueden hacer nada ante la contundencia de sus certezas. Andrea está por encima del juicio de los hombres. Ha descubierto hasta qué punto los héroes se escogen a sí mismos para habitar un espacio que de otra forma permanecería desolado. Ha comprendido la importancia que tiene el “daimon” en el destino y el carácter del hombre. Pero sobretodo ha descubierto que a los verdaderos héroes no les está permitido abandonar su posición y que los santos no pueden cerrar sus ojos a las visiones. Antes o después tienen que regresar al deshabitado espacio que han abandonado. Allí son pocos y el hueco que deja uno de ellos al marcharse marca la diferencia entre la vida y la muerte, la paz y la guerra, el ser y la nada.